Se entiende por mundo flotante,
el mundo nocturno del placer, el ocio y la embriaguez, que constituía el fondo
de muchos de los cuadros de los pintores japoneses del primer tercio del siglo
XX. Y a su vez, el espacio físico, geográfico, de las islas que conforman el
Japón. Dos mundos flotantes: el del mapa y el de los sentidos.
Esta serie consta de 46 cuadros que
recorren desde el siglo XVI al siglo XX la pintura japonesa. Seleccionando los
lugares de nacimiento de los pintores escogidos.
Son paisajes vistos desde satélite.
Los mapas son planos. Representan el espacio sobre dos dimensiones. Dibujos,
líneas continuas que serpentean el terreno. Huyo de las ciudades, de las
cuadrículas sacadas con escuadra y cartabón. Y rebusco en la proximidad de los
campos, en las tierras de cultivo, en montañas, ríos y caminos. Allí donde lo
orgánico nos antecede. Utilizo herramientas de búsqueda de imágenes. Google
Earth y Street View son tecnologías de la visibilidad y muestran lo que no se reconoce de forma
oficial.
El paisaje visto desde el cielo
ofrece apreciar la tierra con una mirada nueva. Propone una perspectiva virgen.
Campos roturados, cultivos de colores irisados que cambian con la luz. El
paisaje en lontananza, nos muestra lo sublime de la naturaleza. Color, volumen,
geometría, forma, luz, perspectiva.
Un total de 46 pintores
japoneses, representados por el mapa de su localidad natal y una imagen de
referencia que yo he elegido entre las que más me gustan de su obra. Un
proyecto subjetivo, donde se dan dos vertientes: la geográfica y la pictórica.
La elección, no siempre convencerá a todos, dado que son muchos los pintores
que no están. He intentado que fuesen los más representativos.
Mis objetivos son dar a conocer a
los pintores japoneses en España, visibilizar el trabajo de estos artistas y
acercar la cultura japonesa a través de la pintura. Llevar la visión de un
español al mundo asiático, con profundo respeto y admiración por su cultura y
tradiciones.
He realizado una inmersión en el
mundo japonés, para ampliar mi conocimiento, en diferentes artes: literatura,
cine y música. Para poder entender y aproximarme más a su cultura.
Luis Francisco Pérez.
Facebook. 4 de
septiembre de 2022
Ikella como artista es un amante y
conocedor de las imágenes artísticas, y entre ellas se encuentran lógicamente
algunos de los más bellos interiores de la historia del arte de la Pintura.
Interiores que han sido por el artista “leídos” (investigados, analizados,
estudiados) con el fin de poder ofrecer su propia versión de tan famosos
interiores. Ahora bien, lo que el atento espectador contempla no es solo una
inteligente “traducción” (que también en su sentido más prosaico y como punto
de partida), sino el sofisticado análisis de un “interior” que quizá deba más,
indirectamente, a una acumulación de sensaciones culturales (escenas de películas,
fragmentos de novelas, versos de poemas…, y por supuesto casas habitadas) que a
una concreta filiación de causa y efecto dentro de la historia de la pintura
universal.
“Pintura en el interior” es también,
naturalmente, una “Poética del espacio”, y voluntariamente cito el bello título
del no menos hermoso ensayo de Gaston Bachelard. Tanto es así que he recurrido
a la primera frase del primer capítulo de este libro, luego de la magnífica
Introducción, para mejor “posicionar” las pinturas de Ikella Alonso. Dice así
ese estupendo arranque: “Para un estudio fenomenológico de los valores de
intimidad del espacio interior, la casa es, sin duda alguna, un ser
privilegiado, siempre y cuando se considere la casa a la vez en su unidad y su
complejidad, tratando de integrar todos sus valores particulares en un valor
fundamental. La casa nos brindará a un tiempo imágenes dispersas y un cuerpo de
imágenes”. En la frase del filósofo y crítico literario francés están expuestos
los principales argumentos que también encontramos en estas pinturas: la
complejidad semántica de lo que entendemos por “espacio interior”, la
fenomenología de su misma “intimidad” en tanto que “casa” o espacio habitable,
así como la extraña unidad de su representación en un cuerpo de imágenes. Con estos
espacios de significación podemos perfectamente integrarnos en estos
interiores, o territorios de protección afectiva y cultural, que con estilo y
elegancia dicen al espectador: “Pero pase, por favor, no se quede ahí”.
Ikella Alonso es un artista formado en la cercanía y el contacto con uno de los grandes pintores españoles contemporáneos: Manolo Quejido. Sus primeras exposiciones individuales, en 1993, 1994 y 1995, se llevaron a cabo en El Almazén de la Nave. La nave era el espacio industrial en el que Quejido tenía su estudio y que compartía con numerosos artistas. Por su parte el “Almazén” era el último reducto de la Nave, que entre todos alquilaron y utilizaron como sala de exposiciones, y en el que además se organizaban encuentros, cursos y conferencias, durante los años noventa. Allí estuvieron Ángel González García, Juan Manuel Bonet, José Luis Brea y Fernando Carbonell, y otros muchos críticos y profesores universitarios, impartiendo conferencias y participando activamente en los debates. Allí también adquirió Ikella Alonso una importante formación crítica y artística.
Pero Ikella es una artista que se encuentra ahora en plena madurez creativa. Después de su extraordinaria exposición individual, titulada “El vuelo de Ícaro”, en la sala O’Lumen de Madrid, en la que se establecía un interesante diálogo con la mejor tradición de la pintura, podemos considerarlo ya como uno de los valores consolidados de la nueva pintura española contemporánea. Y para ello Ikella Alonso, lejos de genialidades vanguardistas o de ocurrencias oportunistas, no ha encontrado mejor herramienta que profundizar precisamente en ese diálogo franco y abierto con la mejor tradición de la pintura. «Si algo es inherente a la pintura —afirma el artista en una declaración en su curriculum—, se trata del tiempo como particularidad. Tengo especial interés por el paso del tiempo en la pintura, la duración del proceso pictórico, la fase física y la permanencia y vigencia de la obra, en el futuro». Con ello reafirma no solo la tradición, sino también su voluntad de permanencia como artista.
Y la primera tradición que reivindica es, sin lugar a dudas, la de su maestro y amigo Manolo Quejido. Hacia finales de los años ochenta y primeros noventa realizó Quejido una interesante serie de cuadros titulada “Pensamientos”, en la que, bajo la advocación de la flor llamada también pensamiento, le consagraba una meditación a cada uno de los grandes pintores de la historia de la pintura, pintando esquemáticamente dicha flor con los trazos y los colores característicos de cada uno de aquellos pintores. De este modo, el pensamiento (la flor) trataba de pensar igualmente la pintura, siguiendo un lema reiteradamente invocado por Quejido, según el cual “pintar es igual a pensar” (Pintar = Pensar).
Para esta nueva exposición —presentada curiosamente de nuevo en el contexto de una nave industrial—, Ikella Alonso parece haber seguido un procedimiento semejante, dedicándole un cuadro a cada uno de los grandes maestros de la historia de la pintura, pero prestándole sin embargo una atención especial a la idea del paisaje.
Tengo la absoluta convicción de que el paisaje es una invención de la pintura. Los antiguos no conocían el paisaje ni tenían modo alguno de contemplarlo. No solo no hay pintura de paisaje en los frescos o en la cerámica antigua que nos ha llegado, sino que tampoco en la literatura se encuentra esa posible contemplación. Ni Odiseo ni Eneas ni los argonautas, a pesar de que recorren todo el mundo conocido, son capaces de reparar en modo alguno en las bellezas de los entornos naturales por los que viajan. La naturaleza no es para ellos algo que admirar ni contemplar, sino algo ante lo que hay que mantenerse alerta y vigilante, pues está llena de peligros y amenazas. Tampoco en la Edad Media hay experiencia alguna de paisaje. Cuando Petrarca sube a lo alto del Mont Ventoux en la Provenza, lo que contempla desde arriba es, por un lado, la poesía clásica latina y, por el otro, la nueva poesía provenzal. El libro de San Agustín que lleva consigo en su proceso ascensional le dice claramente: «No salgas fuera de ti. Permanece en tu interior, pues en el interior del hombre habita la verdad».
Para que apareciera en la pintura la representación del paisaje fueron necesarias dos cosas: primero, la Reforma protestante y la prohibición de las imágenes religiosas en las iglesias y, en segundo lugar, el orgullo por la conquista del territorio. No es de extrañar que fuese precisamente en Holanda donde más se desarrolló, a partir del s. XVI, la pintura de paisaje. La prohibición de las imágenes en las iglesias obligó a los pintores a orientarse hacia otros temas. El bodegón, el retrato y la pintura corporativa se introdujeron como temas recurrentes. Pero, en la representación del paisaje sobre todo, los holandeses celebraban, por un lado, la manifestación de Dios sobre la tierra pero, por otro, el orgullo y el heroísmo de las tierras conquistadas al mar. Por eso especialmente los paisajes holandeses del XVI y del XVII están llenos de presas, canales y molinos.
Pero también es cierto que esta representación gráfica de la naturaleza es doble. Pues, por un lado, está la representación del espacio, bajo la forma que conocemos como mapas o como planos y, por el otro, la representación de lo que todavía en el s. XIX se llamaban “países”. Mientras que el plano trataba de representar esquemáticamente el territorio, desde una perspectiva aérea, las vistas, países o vedute ambicionaban una representación naturalista, desde el punto de vista del espectador. Lo primero dio origen a la cartografía y lo segundo al paisaje.
En esta exposición Ikella Alonso ha tratado de conciliar ambos modos de representación. En una especie de doble homenaje conceptual a la pintura, presenta, por un lado, paisajes. Pero estos paisajes adoptan el punto de vista cenital, característico de la cartografía. De hecho, sus cuadros, tienen más bien la apariencia de planos o de mapas. Por eso Ikella titula su exposición “Paisajes planeados”. Pero en segundo lugar, el artista dedica cada uno de estos panoramas o vistas cenitales a algunos de los grandes pintores a los que admira, tratando de pintar en ellos el paisaje del lugar en que nacieron. Sirviéndose de imágenes satélite del entorno de estas ciudades y pueblos, genera un mapa que a su vez empieza a pintar y colorear con la paleta y los colores característicos del artista allí rememorado. Así se conmemora la pintura de Picasso con un cuadro que se titula “Málaga” o la pintura de Courbet, con otro titulado “Ornans”. En esta relación con la pintura no era por tanto de extrañar que dos ciudades holandesas ocupasen un sitio preferente. Así se le dedican cuatro lienzos a Amersfort, la localidad natal de Piet Mondrian, y hasta quince lienzos diferentes, titulados Rotterdam, al gran Willem De Kooning.
Hasta tal punto es el paisaje tema e invención de la pintura, que la pintura misma transformó radicalmente su concepto, a través de su obsesión por el paisaje. De hecho, tanto Klee como Kandinsky, llegaron a la abstracción a través de la esquematización de los paisajes. El propio Picasso llegó a configurar su idea del cubismo, evocando la pintura de Cézanne, a través de los paisajes de Horta de Ebro. Y lo mismo sucedió con Mondrian, también él llego a la abstracción geométrica pasando primero por el paisaje.
2019 El vuelo de Ícaro
Armando Montesinos. EL VUELO DE DÉDALO (Extracto seleccionado del catálogo) 2019.
“Ikella Alonso ha ido a buscar a los maestros de la pintura a sus lugares de nacimiento. Ha querido ver esos paisajes, esas geometrías azarosas, a vista de pájaro, para reinterpretarlos desde el conocimiento de sus obras, hibridando su personal dicción con las gamas de colores y los planteamientos de aquellos. Más que a Ícaro, la labor de un pintor, enfrentado una y otra vez a un nuevo lienzo en blanco, recuerda a la interminable tarea de Sísifo. Pero Ikella Alonso no está condenado por dios alguno, sino que aborda el continuo volver a empezar de la pintura desde la voluntad propia y la libre elección. El oficio y su aprendizaje continuo, sostenido en el tiempo, y la voluntad insobornable de la investigación pictórica, ajena al éxito o al fracaso puntual de un cuadro, son las alas, nada frágiles, con las Ikella Alonso, tozuda, esforzada y gozosamente instalado en el laberinto de la pintura, sobrevuela, manteniendo la distancia que impide la catástrofe, los paisajes de su historia”.
“El vuelo de Ícaro”
O_Lumen, espacio de las artes y la palabra
Claudio Coello 141
Madrid, del 20 de septiembre al 20 de octubre de 2019
2018 Ojos de Mujer
Restaurante Sr. ITO. Madrid, Marzo de 2018.
una mujer luchadora, feminista, que lucha por la igualdad y sus derechos.
2017 Cajas de Ojos
Sala Café Pombo. Madrid, abril de 2017.
144 Cajas de Ojos. Montaje Café Pombo. Madrid |
Vista lateral izquierda del montaje. |
2016 La brecha de Víznar
Centro de Arte La Empírica. Granada, mayo de 2016.
Ya desde pequeño, Federico había sentido la necesidad de comprometerse socialmente.
Todo lo que Lorca recrea y trabaja en sus textos, lo vinculan al sufrimiento de los más
desfavorecidos. Insistió en la responsabilidad del artista para con su tiempo y su pueblo.
Eligió el teatro, porque pensaba queera el modo más directo de llegar a la gente.
El contacto más inmediato y educativo.
Tanto Lorca como Goya, están unidos al pueblo y al sufrimiento de este. La actualidad de
nuestra época vincula estos asuntos: la violencia en Goya, el dramatismo en Lorca.
“La brecha de Víznar”, célebre cuadro de José Guerrero, marca un punto de inflexión
entre ambos artistas: el barranco, como lugar de vacío y pérdida. Por un lado de la
condición humana, por otro de la cultura. Es a su vez, el barranco, un enclave fundamental
donde todo está al límite, donde el acontecimiento se agrava. Caída o equilibrio, tensión latente.
Para esta exposición tenía la necesidad, de releer a ambos artistas en un diálogo dramático.
La serie “No hay rosas sin espinas” (2008-2013) y la serie “Suite Lorca” (2016), componen
el grueso del montaje.
La idea principal de la serie va encaminada a relacionar los acontecimientos actuales de nuestro
tiempo con las estampas que grabó Goya en su serie de “desastres de la guerra”. El interés está en
que ambas imágenes se fundan.
Hay un conflicto debido al incremento masivo de imágenes de violencia y pérdida en los medios
de comunicación, que acaba anestesiando, efecto aspirana que produce insensibilidad en mayor
o en menor medida. Las imágenes de Goya como expresiones plásticas de dolor y sufrimiento de los seres humanos de hoy.
2015 La Caballería Roja
Sala Juan Pascual de Mena. Madrid. Octubre 2015
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